La inflación está formada por varios niveles de gravedad. De ahí que se analicen mediante la siguiente distribución: inflación moderada, galopante e hiperinflación.
- Inflación moderada.
Comienza a firmar contratos a largo plazo expresados en términos monetarios, ya que confía en que el nivel de precios no se haya distanciado demasiado del valor del bien que vende o que compra.
No le preocupa o no le interesa tratar de invertir su riqueza en activos “reales” en lugar de activos monetarios y de papel ya que piensa que sus activos monetarios conservarán su valor real.
- Inflación galopante.
Dentro del extremo inferior del conjunto encontramos países industriales avanzados, caso de Italia. Otros países, como los latinoamericanos, Argentina y Brasil, muestran en la década de los setenta y en la de los ochenta, tasas de inflación entre el 50 y el 700 %.
Cuando la inflación galopante arraiga, se producen graves distorsiones económicas. Generalmente, la mayoría de los contratos se ligan a un índice de precios o a una moneda extranjera (dólar); por ello, el dinero pierde su valor muy deprisa y los tipos de interés pueden ser de 50 ó 100 % al año.
Entonces, el público no tiene más que la cantidad de dinero mínima indispensable para realizar las transacciones diarias.
Los mercados financieros desaparecen y los fondos no suelen asignarse por medio de los tipos de interés, sino por medio del racionamiento. La población recoge bienes, compra viviendas y no presta dinero a unos tipos de interés nominales bajos.
Es extraño ver que las economías que tienen una inflación anual del 200 % consigan sobrevivir a pesar del mal funcionamiento del sistema de precios. Por el contrario, estas economías tienden a generar grandes distorsiones económicas, debido a que sus ciudadanos invierten en otros países y la inversión interior desaparece.
- Hiperinflación.
No se puede decir nada bueno de una economía de mercado en la que los precios suben un millón o incluso un billón % al año.
Las hiperinflaciones se consideran como algo extremo y vienen asociadas a guerras, consecuencias de dichas guerras, revoluciones, etc.
Hoy en día todo escasea, menos el dinero. Los precios son caóticos y la producción está desorganizada.
Todo el mundo tiende a acaparar cosas y a tratar de deshacerse del papel moneda “malo” que desplaza de la circulación al dinero metálico “bueno”. Con ello, llegan de nuevo los inconvenientes del trueque.
La hiperinflación más documentada se produjo en Alemania durante el periodo posterior a la primera Guerra Mundial (1.922-1.923).
En ella el gobierno puso en marcha la emisión de dinero, elevando los precios y el dinero a grandes niveles.
Consecuencia de esto fue, que el dinero que una persona tenía en 1.922 queda apenas sin valor en 1.923.
Algunos estudios han encontrado varios rasgos comunes en las hiperinflaciones:
- Primero, la demanda real de dinero disminuye radicalmente. Como consecuencia de esto, los precios crecen en un 29'72 %, es decir, en la trigésima parte del nivel existente anteriormente. Se intenta deshacerse del dinero para no sufrir su pérdida de valor,
- Segundo, los precios relativos se vuelven muy inestables. Normalmente, los salarios reales sólo varían al mes un punto porcentual o menos. Pero en esa época, los salarios reales variaron en un tercio al mes (aumentando o disminuyendo).
Finalizando, la hiperinflación produce los efectos más profundos en la distribución de la riqueza.
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